Etapa 07 – Paris Saint Germain – Barcelona

 

Los Arcos – Logroño
«No me interesa saber porque el ser humano es capaz de hacer el mal; lo que quiero saber es porque hace el bien» Vaclav Havel
A veces no es fácil seguir las normas tan estrictas que rigen en un albergue. Son pocas pero están para facilitar la convivencia del sufrido peregrino. Sobre todo para que pueda descansar y así poder emprender el camino al día siguiente totalmente recuperado del cansancio acumulado de las jornadas anteriores. Por eso, el albergue se cierra a una hora temprana; y la iluminación de las habitaciones también. Suele cerrarse el albergue sobre las 10 o 10:30 y la luz de los dormitorios una media hora después.
El porqué de titular esta etapa con el partido fue porque Carlos decidió ir a ver el partido a un bar. Y cuando terminó se fue para el albergue encontrándoselo cerrado. A pesar de llamar insistentemente al timbre, llamarnos al móvil – en silencio – nadie le abrió la puerta. Se fue al hotel que había en el pueblo y estaba completo. Le dieron el teléfono del albergue y nadie contestó. Le dieron otro creyendo que era del albergue y resulto ser el del párroco quien consiguió finalmente avisar a alguien del albergue para que abriese la puerta. Al presentarse Carlos en el albergue resultó que la puerta la solían dejar abierta. Solo era cuestión de empujar con más brío la puerta que estaba algo atrancada.
Los Arcos es una villa con mucha historia, debiendo su máximo esplendor al fenómeno del peregrinaje y como encrucijada de caminos, que dio lugar a que se construyesen hasta tres hospitales de peregrinos.
Pasamos la noche en el albergue de peregrinos Casa de Austria. Contar que antes de acostarme  se me ocurrió liberar la cama de todas las cosas que había sacado de la mochila, dejándola preparada y empaquetada para el día siguiente. Como ya no había luz, utilicé la linterna, pero a pesar de ello, con la oscuridad casi total, no pude evitar el hacer algo de ruido, por lo que un peregrino que estaba a mi lado, al que desperté, se ‘ofreció a ayudarme’ en mis labores, lo que no entendí a la primera, sin que no se me ocurriese otra cosa que enchufarle con la linterna en la cara, mostrándome una de muy pocos amigos. Terminé como pude y me puse a dormir.
Sobre las 7 de la mañana fuimos a la plaza de Santa María, plaza flanqueada por el sur por la Iglesia Parroquial de Santa María, en donde nos reunimos con Mariola y desayunamos antes de emprender la etapa hacia Logroño.
Al salir del pueblo nos cruzamos con la Ermita de San Blas, del siglo XII, llegando a existir en el enclave un hospital de peregrinos y lazareto, para leprosos. Parece ser que la lepra, enfermedad muy rara en la actualidad, era junto a la peste, las dos enfermedades que más pánico creaba en el pasado.  La denominación de lazareto para este tipo de hospitales proviene del patrón de los leprosos, San Lázaro. El concepto de hospital que tenemos en la actualidad no coincide con el de la Edad Media. Los hospitales medievales ofrecían asistencia material y espiritual. Atendían a enfermos, recogían a ancianos, niños y pobres, y daban hospedaje temporal a peregrinos y viajeros. Con el tiempo estos hospitales se fueron especializando en albergue de pobres y viajeros, y en enfermerías para los enfermos.
El recorrido discurre por caminos, bien señalizados y cuidados, bastante rectilíneos y entre campos sembrados con un intenso color verde.
El día amenazaba con llover, pero finalmente no fue así. Estuvo bastante encapotado, sin que el sol asomase. No se en verano, en los días en el que el sol está en todo lo alto, lo duro que llegará a ser esta etapa.
Después de recorrer unos 9 kilómetros entramos en Sansol, pueblo sin ninguna relevancia digna de comentar. El nombre es una derivación del nombre del patrón de la parroquia San Zoilo, mártir cordobés venerado en Navarra a partir del año 858.
Cruzamos el pueblo y nada más andar 300 metros entramos en Torres del Río.
«Torres del Río es un minúsculo hatajo de casas ceñido en torno a un hermoso templo octogonal» Peregrinatio de Matilde Asensi
Aunque no es mucho más grande que Sansol, el censo de Torres del Río en 2012 ascendía a 144 habitantes, destaca por la Iglesia del Santo Sepulcro, del siglo XII, que podría haber sido obra de los caballeros del Temple, extremo que no se ha podido confirmar pero añade misterio a esta obra, ya que fue construida a semejanza del templo del Santo Sepulcro de Jerusalén. De planta octogonal, es un raro ejemplo del arte medieval, que a pesar de ser de estilo románico, destaca por su verticalidad.
Más adelante, un poco antes de las 10:00 de la mañana y después de haber andado casi 12 kilómetros, nos encontramos con la Ermita de la Virgen del Poyo, del siglo XVI aunque remodelada en el XIX, que pertenece al municipio de Bargota que queda separado del camino. Cuenta la Leyenda, que el clérigo de Bargota, un tal Joanes, ejercía actos de brujería, por lo que se le conocía por el Brujo de Bargota. La Inquisición celebró varios procesos en la zona, inculpando al Brujo de Bargota, y condenándolo a un año de prisión y a otro llevando el sambenito.

Sobre las 11:30 y después de haber andado unos 19 km, llegamos a Viana. Localidad de 4.000 habitantes, es la última localidad navarra que nos encontramos en el Camino de Santiago. En el centro de la ciudad se encuentra la Iglesia de Santa María.
A la salida de Viana nos paramos a comer algo para proseguir hacia Logroño.

Llegamos a Logroño sobre las 2:15 de la tarde. Fuimos directamente al albergue de Peregrinos de Logroño, de la Asociación Riojana de Amigos del Camino de Santiago. Después, por la tarde, nos recorrimos el centro de Logroño. Y participamos en el cumpleaños de una peregrina, celebrándolo en una cafetería del centro, en la misma plaza de la Concatedral de Santa María la Redonda.
El recorrido de 28,4 kilómetros lo realizamos en 7 horas y  20 minutos.
El perfil de recorrido es el siguiente:

Y el trazado:
Los Arcos – Logroño