Santa Mariña – Fisterra
«Cada hombre tiene que inventar su camino.» Jean Paul Sartre
Salí del albergue Casa Pepa un poco antes de las ocho de la mañana y empecé a caminar con la intención en firme de llegar a Fisterra. Pero que tampoco pasaba nada si no llegaba, y me tenía que parar por el camino.
El albergue está junto a la iglesia cementerio, de corte muy similar al resto de iglesias que he podido observar en las aldeas de Galicia.
Empecé mal. Nada más andar algo más de un kilómetro tiré por el camino equivocado, dirección Muros. Después de andar más de kilómetro y medio por la ruta equivocada se me ocurrió mirar el navegador, dándome cuenta del error. Desandé lo hecho y tiré por el camino adecuado.
Hay que estar muy atento con las flechas casi borradas que indican el camino a seguir. Si vas despistado, ya sea hablando, que no era el caso, o por la lluvia arreciando, o simplemente pensando en las musarañas, no es raro que se te pase alguna indicación.
Me crucé con uno que había salido del albergue después de mi. Lo adelanté y coincidimos de nuevo en un bar. Ahí, que andaba justo de dinero, tuve que pagar la consumición con VISA cargándome 0,50 € de comisión. Prefería esto que quedarme sin nada de dinero. El cajero más cercano estaba en A Picota, pero me hubiera tenido que desviar en exceso del camino; y entre mi equivocación y este desvío, hubiera superado los 50 km holgadamente. Cuando pasé el día anterior por Negreiras no le di importancia al poco dinero que llevaba encima… y en Negreiras sí que habían cajeros.
En un punto de la ruta, a unos 15 km de Cee, había un cartel junto a un bar en que avisaba de que éste era el último que podía encontrarme hasta llegar a Cee. Paré y tomé un aquarius y un plátano. Rellené la cantimplora y me puse en marcha de nuevo.
En todos estos 15 km sólo coincidí con un ciclista, que me adelantó cuando faltarían unos 8/9 km para llegar a Cee. Como iba con los auriculares, no le oí llegar, y cuando me adelantó me dio un cierto susto. Me preguntó si me encontraba bien – ¡cómo me vería! – me dijo si sabía lo que quedaba para Cee, recordaba lo que llevaba andado – me lo avisa por voz el programa oruxmaps – se lo dije y continuó, quedándome de nuevo en la más total de las soledades. Bueno, con la lluvia y la música, y sudando a tope.
También me crucé con un parque eólico, con sus aspas girando a tope, y me acordé de Don Quijote y su lucha con los gigantes-molinos de vientos. ¿Tendría que luchar yo también, y estando tan solo como estaba? je,je.
El recorrido resulta ser impresionante de bonito. A pesar de la lluvia, y día gris, el color que me rodea es fascinante. Pero la sensación de soledad era enorme y fue en aumento. Y además llovía, terminando totalmente mojado entre la humedad y el sudor, lo que repercutió en que físicamente me fuese deteriorando, con ciertas rozaduras/escoceduras que molestaban al andar.
Pero tenía que seguir. Mi estado anímico lo mantuve elevado escuchando música, Bee Gees, clásica… Y seguí, seguí, los kilómetros fueron cayendo uno tras otro hasta que finalmente, sin esperármelo, el mundo se mostró ante mí.
Emocionante fue cuando apareció enfrente de mi la ría de Corcubión con Cee al fondo. Fue un momento sublime, por el paisaje espectacular que se me mostró de repente. Me emocioné más que cuando llegué a Santiago. En Santiago éramos muchos. En Cee, estaba yo solo, saliendo de la soledad, reencontrándome con la civilización. ¿Deseaba volver a la civilización?¿estaba preocupado por si me pasaba algo? No sé, pero me alegré cuando vi el océano, las barcas, las casas…y un aldeano que iba subiendo en dirección contraria. No se la razón pero el objetivo se empañó de repente, sin que pudiese tomar fotos en condiciones. No enfocaba ni medía la luz correctamente. Quizás el destino no quiso que este momento de fascinación que se mostró ante mi fuese compartido. Lo siento. Aún tengo que ver el estado de las fotos. El empañamiento de la lente desapareció finalmente, permitiendo continuar haciendo fotos en buenas condiciones.
En Cee conseguí sacar dinero de un cajero, desviándome algo de la ruta que tenía marcada, no porque buscase un cajero, no. Otra vez despistado sin ver la flecha indicadora oportuna. Con la cartera repuesta, continúe la etapa como pude. Pero no parecía que tuviese final. Aún me quedaban casi 3 horas para llegar a Fisterra.
En Corcubión me paré de nuevo a tomar un aquarius y un café con leche. Me daba vergüenza lo mal que olía, pero qué le iba a hacer. Todos los días me aseaba, duchaba, cambiaba de ropa… pero con la lluvia me aislaba del exterior como podía, lo que hacía que estuviera totalmente bañado en sudor, un olor concentrado e intenso. Tendré que analizar qué hacer, que vestir en estas circunstancias…
Después de Corcubión, venía Sardiñeiro y finalmente Fisterra Pueblo.
Tenía claro que al cabo de Finisterre, en mis lamentables circunstancias, no podría llegar. El recorrido lo haría al día siguiente. Eran poco más de 2,5 km, que contando la vuelta para dormir en un albergue, hubiera alargado la etapa otros 5 km.
El paseo marítimo de Fisterra también se me hizo interminable (más de 2 km) y después, encontrar el albergue que me habían recomendado, también. El albergue al que iba se encontraba en la salida del pueblo, en el otro extremo de por donde había llegado. Arrastrando mi alma como pude llegué finalmente. No estaba mal, pero me lo esperaba mejor. Una vez que me duché, bajé con toda la ropa para que la lavaran y secaran. ¡Qué mal olía la ropa!.
Fui a cenar a un restaurante alemán, como pude y todo dolorido por las rozaduras, y me hinché a cenar: espaguetis al ajo y aceite, carne empanada con patatas y tarta de santiago regada en orujo blanco, por indicación mía. Y por bebida, una enorme jarra de cerveza y otra más pequeña. Hubiera continuado comiendo y bebiendo hasta reventar.
Y después, vuelta al albergue, arrastrándome otra vez de cansancio y de dolor. recogí la ropa, la ordené y la guarde en la mochila.
Me metí en la cama para levantarme a las 7:00 para ir al cabo de Finisterre.
No quería dejar de mostrar estos bichos que ya he comentado en etapas anteriores: las babosas negras y repugnantes, y los caracoles. Es algo curioso que en Galicia, con la cantidad de caracoles que puedes encontrarte, no exista ningún plato típico, pero todavía es más curioso que no se recojan y se vendan en otras provincias que son consumidoras de caracoles. Quizás sí lo hacen…
Incluyendo los errores, el recorrido total fue de 49,7 km, hecho en 11:42, incluyendo también las paradas intermedias.
El perfil del recorrido es el siguiente:
Y el trazado:
Santa Mariña – Fisterra
Juan, me ha encantado!!!
Marga,
Muchas gracias.
Realmente me emocioné con todo el recorrido, pero mucho más cuando vi el océano. Entre tanto amarillo/retama, ginesta…
Me pasó exactamente lo mismo, sentí una emoción tremenda al ver el mar, tanto es así que rompí a llorar